(פִּתְחוּ לִי שַׁעֲרֵי צֶדֶק אָבֹא בָם אוֹדֶה יָהּ:  זֶה הַשַּׁעַר לַיהֹוָה צַדִּיקִים יָבֹאוּ בוֹ:  (תהילים קיח

“Abrid las puertas de la justicia a través de ellas reconoceré a Dios” (Salmos 118)

Sorpresa, dolor, indignación, temor, desamparo, bronca, son algunas de las palabras que podemos balbucear cuando intentamos describir las sensaciones e ideas que movilizan nuestra alma y nuestra conciencia al conocer la muerte del Fiscal especial para la causa AMIA.

No sería redundante decir que el estrago de las bombas en la embajada de Israel y en la AMIA sigue obscenamente demoliendo la fe en las instituciones republicanas y sus representantes. En lo único que – tristemente – creemos hoy ¡es en la impunidad!

No puedo ni imaginar el dolor de los familiares de las víctimas que tras 20 años observan consternados sin respuestas y asistiendo a la profanación de sus memorias sagradas, transformadas en rehenes de intereses y especulaciones.

¡Qué mundo gris se está pintando con brochas cargadas de cinismo! ¡Qué mundo triste herido por la sospecha generalizada! ¡Qué mundo horrible es el que los hombres desprecian el honor y lo disuelven en oportunismo mezquino! ¿Qué mundo será si la sociedad se acostumbra a que la ética sea solo la decoración de los discursos?

Sin embargo la Fe que emana de la Torá, de los profetas y maestros, la fe que emana de nuestra experiencia histórica como pueblo nos sostiene hoy como en el pasado:

חֶסֶד וֶאֱמֶת נִפְגָּשׁוּ צֶדֶק וְשָׁלוֹם נָשָׁקוּ: אֱמֶת מֵאֶרֶץ תִּצְמָח וְצֶדֶק מִשָּׁמַיִם נִשְׁקָף

“El amor y la verdad se encontrarán, la justicia y la paz se abrazarán. La verdad brotará de la tierra y la justicia será observada desde el cielo” (Salmos 85)

Rabino Baruj Plavnick