UNA MIRADA FEMENINA SOBRE LA HAGADA DE PESAJ
Dra. Vicky Ludmer
El relato de Pesaj siempre fue contado como un relato con dominante protagonismo masculino. Moshé, desde su cuna acuática y su liderazgo en el desierto y más allá, ayudado por Aharón, su hermano mayor, hasta el oponente, también varón, Paró.
Sin embargo la presencia femenina en esta historia siempre estuvo ahí, tanto desde lo humano como desde la naturaleza misma, al utilizar como guía, señal o símbolo permanente al agua, uno de los cuatro elementos que habitualmente se lo vincula con lo femenino.
Quizás la tradición haya considerado habitualmente esta presencia como sobreentendida o garantizada, y por ello fue poco resaltada (sin que esto signifique desconocer la mención de Miriam y otras mujeres en diversos Midrashim y comentarios a lo largo de la historia). Tal vez se trate de la repetición de antiguas tradiciones en que no era lo corriente o lo habitual, o siquiera necesario hablar o remarcar aquello que siempre estaba ahí, silencioso pero presente.
Hoy, con el transcurrir del tiempo, parece ser hora de hablar de estas valientes y humanas mujeres que pueblan nuestra historia y nuestra existencia.
Miriam, esa hermana que desde el comienzo dejo su impronta, cuidando a su hermano menor en las aguas del Nilo, velando por su bienestar al llegar a brazos de la Princesa de Egipto, y luego con astucia y coraje devolverlo transitoriamente a su mama, para que pudiera continuar con el periodo vital de alimento materno. Miriam que luego parece reconocer al hermano perdido y ayuda en la construcción de la confianza del pueblo. Si bien la Tora solo menciona que Aharón sale al encuentro de Moshé al regresar a Egipto, los relatos y películas habitualmente incluyeron a Miriam en ese reencuentro, y así me gusta imaginarlo. Donde no hay duda, del liderazgo y presencia en la construcción de la confianza del pueblo es en el relato de la Tora sobre el canto de alabanza de Miriam como fuerza motora al cruzar el Mar de los Juncos en la salida de Egipto [1]. Nuestros maestros incluso destacan el grado de confianza de Miriam en que Ds nos ayudaría en el hecho de haber llevado en la partida instrumentos[2]
Vinculada en la Tora y en la tradición al agua, bendición que permite mantener la vida en el desierto, el Manantial de agua iba junto a ella [3] pero que al morir quedo seco [4].
Miriam, mujer, hermana, hija y líder amada (la etimología egipcia de Miriam es “la amada”) y osada, que lleva en su nombre el agua que atraviesa todo el relato, tanto si es amarga, como si es rebelde (mar) מר significa amargo, pero también comparte raíz con (meri) מריque significa rebelde, desobediente. (iam) ים es agua.
Pero más allá de Miriam, hay otras presencias femeninas en esta historia, sin las cuales quizás no podríamos continuar contando el cuento, de generación en generación.
Yojeved, una mama valiente, aunque no por ello exenta de temores, que como tantas otras mujeres anónimas entendió el mandato divino de Elegir la Vida, Ubajaarta ba Jaim, aun antes que este estuviera escrito (este mandato divino aparece en Deuteronomio 30:19), y decidió continuar con el ciclo vital de procrear y parir, a pesar del decreto de muerte posible para su criatura, según cual fuera su sexo.
Shifra y Pua, desafiantes de la autoridad aun a riesgo de su propia vida, honorables y respetuosas de la profesión que ejercían: traer niños al mundo, no matarlos según su género o su raza[5].
La Princesa, contracara del enemigo egipcio varón, amplia, generosa y sensible, elige salvar y cuidar como propio a un hijo ajeno. Conocedora de la orden del Faraón, miembro de la familia real, no solo desobedece tal orden sino que ingresa a este niño hebreo a vivir bajo el mismo techo del Faraón, sin más motivo aparente que el de salvar una vida inocente de un decreto carente de fundamento. No será la única mujer no judía de la historia que arriesga su vida para salvar la de un niño judío. Sin embargo, una vez más, nuestra historia habría sido muy diferente, si acaso hubiéramos tenido historia, de no haber sido por la valentía desinteresada de la Princesa. También nuestros sabios le dedicaron unas palabras, al relatar que su nombre, Batia (hija de Ds) le fue concedido por el Eterno en recompensa por haber salvado a un hijo que no le era propio[6], así El la hizo su hija. Bien merecido!!
Tzipora, la extranjera que conquisto el corazón de Moshé y lo acompaña en su travesía ofrendando sus hijos y su propia existencia, sin exigencias ni privilegios. Hija mayor de un reconocido sacerdote de Midian, Tzipora elige dejar su tierra para acompañar a Moshé en un viaje de resultado incierto. Si las historias que le habían contado eran ciertas, volvía a un país en el cual se buscaba a su marido por haber matado a un oficial egipcio, y en el que esa familia desconocida pero que le era propia no eran más que esclavos. Aun así, recoge sus hijos, abandona la casa de su padre y parte a lo desconocido. Tzipora, quien acepta silenciosamente el desdén de los hermanos de Moshé, Aharón y Miriam, quienes la cuestionan sin conocerla. Poco se sabe de su vida luego de este episodio, y en realidad, poco se sabe de su vida antes del mismo. Lo que sabemos es que esta mujer, que nació extranjera opto por ser parte del Pueblo Judío, circuncidando a su propio hijo en el desierto, sufriendo y viviendo el mismo destino que las demás mujeres hebreas.
Hay un último personaje femenino, misterioso y desconocido. Se trata de Serah, la hija de Asher. Serah es mencionada en el texto bíblico tres veces[7]. Lo llamativo es que de acuerdo a esta referencia, Serah es mencionada como uno de los integrantes del grupo de 70 almas que subieron a Egipto con Yaacob, y luego como uno de los integrantes del numeroso grupo que salió de Egipto en el Éxodo con Moshé. Entonces esta mujer parece tener cientos de años. Más llamativo aun es que integra listas de linaje, las que aun siendo habituales en el texto, no incluían a las mujeres de la familia. Que mejor ejemplo de esto que la existencia de 12 tribus de Israel, una por cada hijo de Yaacob, cuando este tuvo 13 hijos. Dina, siendo mujer, no tuvo merito suficiente para encabezar una cadena genealógica.
El Midrash vuelve sobre ella tejiendo historias de haber ganado la vida eterna mediante una bendición recibida de Yaacob, al contarle dulcemente y mediante el canto que Iosef estaba vivo[8], o dotes adivinatorias al reconocer el “código secreto Pakod Pakadeti[9]” que traía Moshé y mediante el cual se hizo acreedor de la confianza inicial del pueblo, o al indicarle a Moshé donde estaban enterrados los huesos de Iosef, que debían ser trasladados con el Pueblo fuera de Egipto para ser enterrados con sus ancestros [10] (a propósito, los huesos estaban enterrados, como no podía ser de otra manera bajo el agua!!).
No es mucho lo que se sabe de esta mujer, ni es mencionada en los relatos cotidianos, a mi me recuerda a una abuela eterna o a una chamana, portadora de las historias de la tribu, asegurando su continuidad de generación en generación. Es común encontrar en los pueblos de la antigüedad mujeres portadoras de sabiduría, sanación, consejo y contención. Porque no tendríamos una nosotros también?
Y tantas otras, quizás sin nombre y sin voz que junto a los hombres construyeron nuestra historia, trazaron un camino, eligieron y lucharon para constituirnos en pueblo.
La tradición nos invita a tomar cuatro copas de vino a lo largo del Seder. La copa de vino, con su bendición es función masculina.
En los últimos años comienza a tener forma una nueva costumbre, que incluye una quinta copa, esta vez de agua. Es la copa de Miriam, pero podría ser la copa de todas ellas y nosotras. La copa de agua es la copa de vida, y dice esta nueva tradición que cada participante del Seder vierte un poco de su copa de agua para llenar la de Miriam. Es decir, entre todos generamos la copa de la vida. Que bello, verdad?
Nuestra historia es rica, profunda y vigente. Y fue construida por hombres y mujeres, mujeres y hombres. No puede haber uno sin otro si queremos una historia completa, y una historia completa nos incluye a todos, hombres y mujeres. Rashi en su tiempo hablaba de esta unidad al comentar el hecho que “ TODA LA CONGREGACIÓN estaba presente al morir Miriam”[11] , y más cerca en el tiempo autoras contemporáneas con Merle Feld[12] lo expresan a su manera contando cómo es que todos, hombres y mujeres estuvimos juntos en la travesía.
Ambas voces existieron, ambas fuerzas fueron necesarias. Y cada una tiene su espacio y su mirada. No son excluyentes, son inclusivas. Aprendamos a escucharlas y a integrarlas. Todas nos constituyen.
Cada Pesaj es una nueva salida de Egipto. Quiera Ds. Que en este Pesaj, podamos transitar esta salida re-conociendo la presencia de todos y todas quienes salimos a conquistar esa libertad, tan ansiada y tan temida . Aprovechando y gozando las fortalezas de unas y de otros, aprendiendo que en el complemento nos constituimos en Pueblo, en aquel desierto y en este tiempo.
Jag a Pesaj Kasher ve Sameaj.
[1] . Éxodo. 15:20
[2] Mekhilta de-Rabbi Ishmael
[3] Bamidbar Rabba 1:2. También Taanit 9 a
[4] Rashi Números 20: 1-2
[5] Éxodo 1:17-19
[6] Vaikra Rabba 1
[7] Génesis 46:17, Números 26:46 y Crónicas I 7:30
[8] Sefer ha Iashar,
[9] Exodo 3:16, Shemot Rabba 5:13
[10] Mekhilta de-Rabbi Ishmael, Tosefta y Sota 13 a
[11] Números 20:1
[12] “WE ALL STOOD TOGETHER,” A SPIRITUAL LIFE: A JEWISH FEMINIST JOURNEY, P. 205.