OSHEA , OSEAS en español, significa la salvacion de Dios
El libro se atribuye al profeta Oseas (profeta), activo en Israel entre 750 y 720 adC. Esto contradice la afirmación de Os. 1:1, lo cual se explica por el hecho de que ese versículo es muy posterior al resto del libro.
Oshea profetizó durante los años de decadencia del reino del norte. Luego del reinado de Yeroboam II se presentaron tiempos difíciles, en los cuales las revueltas, golpes militares y asesinatos de reyes eran episodios comunes, a tal punto que se cometieron cuatro regicidios en un término de quince años escasos. La anarquía cubrió el país, mientras que el pueblo era víctima de la inseguridad, el robo, la violencia y otros males.
Ante la gravedad de la situación, la corona pidió ayuda, como había sucedido en el pasado, a los grandes poderes imperiales de la región: Asiria y Egipto.
Este caos social, político y económico llevó también a la degradación moral y religiosa, a la que Oshea alude en forma permanente: la piedad judía se desvía de la verdad, llegando a adorar a un becerro de oro en lugar del Dios de Israel.
La profecía de Oseas es una de las más oscuras y difíciles de interpretar de todo el Tanaj. Sus vaticinios son tan breves y escuetos que más parecen resúmenes de una obra más larga o «ayudamemorias» destinadas a auxiliar en la confección de un texto posterior más completo que, hasta donde sabemos, jamás llegó a escribirse.
Para colmo, el texto hebreo actual ha sufrido interpolaciones, resúmenes, correcciones y adiciones y fue influido por noticias provenientes de Judá que rompen su unidad cultural e intelectual.
A causa de la brevedad de los vaticinios, hay muchas frases que nos parecen fuera de lugar. Algunos críticos recomiendan moverlas a otros sitios donde aparentan ser más adecuadas, y de hecho en algunas versiones de la Biblia se ha hecho así.
Si Amós es el profeta de la justicia, Oseas es el profeta del amor, reiterando siempre la imagen de Dios y el pueblo como un marido y su esposa, que termina siéndole infiel —los judíos—, metáfora característica en la prosa del profeta.
En este contexto, el «Dios celoso» se ve justificado porque su «mujer» lo engaña (con otros dioses falsos): un amor celestial encharcado por bajas pasiones humanas. Esta es la diferencia entre los dioses espurios y Dios: ellos aceptan compartir sus altares con otras deidades, pero el Dios de Israel no. Su amor es total y completo, pero exclusivo y absorbente.
Oseas, por lo tanto, no acepta el sincretismo, ni nuevas alianzas, ni amistad con otros credos. Los cultos idolátricos y las liturgias naturalistas quedan, a partir de este profeta, completamente fuera de la cuestión.